Lo escuché en el ascensor: “Ese vigilante es un inútil”, dijo una madre con su hijo al lado. El niño bajó la mirada. No habló. Solo guardó la frase en su memoria. La pedagogía que es mi propósito en propiedad horizontal no empieza en el colegio. Comienza en la forma en que miramos, hablamos y tratamos a los demás en la comunidad.
En un edificio o conjunto, cada palabra es una semilla. Los niños observan cómo resolvemos los desacuerdos, cómo exigimos nuestros derechos y cómo respetamos o no a quienes cuidan nuestra copropiedad. Si educamos con gritos, crecerán defendiendo con gritos. Si modelamos respeto, construirán con respeto.
La neurociencia lo confirma: Las conexiones cerebrales se forman por repetición. Si un niño vive bajo ambientes donde el juicio y el desprecio son cotidianos, su sistema emocional se entrena para la confrontación.
Yo soy Buena Nota porque aprendí que educar no es imponer, es sembrar. Y el mejor lugar para sembrar es en casa, en la portería, en la asamblea y en cada gesto cotidiano.
Una comunidad que respeta a sus niños y le enseña desde el ejemplo, está construyendo no solo buenos vecinos, sino ciudadanos con propósito.
Eduquemos con firmeza amorosa. Ellos son el futuro que nos está mirando.
En Zona Común aplicamos la premisa de Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo” porque entendemos que cada administración es un acto pedagógico. Nos sumamos a este llamado transformador donde liderar comunidades significa sembrar valores cotidianos, donde cada protocolo de convivencia se convierte en herramienta de construcción social para Colombia.