Desde tiempos ancestrales, la convivencia ha sido el núcleo de la evolución humana, permitiendo que las sociedades crezcan, se adapten y prosperen. En la Antigua Grecia, la palabra y el diálogo eran herramientas esenciales para fomentar la buena convivencia. Los ciudadanos discutían sobre leyes y asuntos públicos en las polis, buscando siempre el bien común. Este legado cultural, filosófico y político sigue vigente, y es la base de lo que entendemos hoy como vida en comunidad.
Pero ¿qué es la convivencia? La palabra “convivere”, de origen latino, significa vivir juntos, aceptando un marco de normas para coexistir en armonía y paz. En este sentido, la convivencia es un pilar que sostiene la estructura social, tanto en el pasado como en el presente, y es fundamental para la salud emocional y física de los individuos. Desde el seno familiar hasta los espacios públicos, la convivencia ha evolucionado y sigue siendo el futuro para un desarrollo humano equilibrado.
Si nos adentramos en la historia, observamos cómo la convivencia entre diferentes civilizaciones no solo favoreció el intercambio cultural, sino que también trajo consigo importantes avances. Aun así, no siempre fue pacífica, y los conflictos derivados de una mala convivencia sirvieron como lecciones que empujaron a la humanidad hacia una mayor conciencia social. En nuestros tiempos, en la propiedad horizontal, estas mismas lecciones cobran relevancia, ya que la convivencia entre vecinos es esencial para la armonía y el bienestar de las comunidades.
El ejemplo de la Antigua Grecia nos recuerda que la convivencia no es simplemente una cuestión de normas y reglas. En las polis, los ciudadanos valoraban el diálogo, el respeto mutuo y la participación activa en los asuntos comunes, algo que hoy podemos aplicar en nuestros propios entornos. Del mismo modo, en la propiedad horizontal, la convivencia no se limita a seguir las reglas del edificio, sino que implica un compromiso activo de todos los habitantes por mantener un entorno saludable, seguro y solidario.
A lo largo de los años, programas como Buena Nota han surgido con la misión de mejorar la convivencia en las comunidades residenciales. Este programa, inspirado en principios de respeto, solidaridad y responsabilidad, no solo enseña las norma básicas de vivir en comunidad, sino que también fomenta la participación de las familias en la construcción de un entorno armonioso. El personaje de Hebe, un ave hornero, representa la idea de construir relaciones duraderas, especialmente conectando con los niños para que comprendan y aprecien la importancia de convivir de manera saludable.
La campaña Salvando Vidas con Sarita, que promueve la seguridad y los valores desde la niñez, también juega un papel determinante al generar un puente entre generaciones y asegurar que los valores inculcados hoy formarán las bases de una sociedad más unida mañana. El impacto de estas iniciativas ha sido tal que han recibido importantes reconocimientos, como el premio Mujeres Berracas y Transformadoras, que celebra el empoderamiento de las mujeres que están transformando sus comunidades a través de la convivencia.
La convivencia sigue siendo una pieza clave para el futuro. Al igual que en la antigua Grecia, donde los ciudadanos participaban activamente en la vida pública para mejorar su comunidad, en la propiedad horizontal de hoy debemos asumir la responsabilidad de contribuir al bienestar colectivo. La expansión de programas como Buena Nota y el lanzamiento del libro Yo Soy Buena Nota, con su enfoque transformador, refuerzan esta visión de crear entornos colaborativos y armoniosos que trasciendan generaciones. El desarrollo armónico de nuestras comunidades, al igual que ocurrió en la antigüedad, depende de nuestra capacidad de convivir y construir juntos. La convivencia no solo es un legado del pasado, sino la llave hacia el futuro.